Mi amado ángel: Es muy difícil escribirte, siento una tristeza tan grande que me es casi imposible respirar, una soledad tan inmensa que solo tu presencia podría llenar. Todo lo que tengo de ti son recuerdos etéreos, vagos como un sueño, difusos en mi imaginación pero fuertes en mi corazón y en mi alma, tanto que casi no pasa un día sin abstraerme en ellos.
En mi mente se inmortalizó tu semblante varonil de cabellera oscura, tu risa enérgica, tu mano fuerte y el amor infinito que sentías por mí. No recuerdo una sola palabra que me hayas dicho pero las sé todas, no entiendo el por qué, solo que las tengo grabadas en mi corazón y en mi alma. Ya no sé cuántas veces he revivido, una y otra vez, cada imagen y recuerdo que tengo de ti, son muy pocos pero los atesoro como lo más valioso que existe en este mundo para mí.
Cierro los ojos y me dejo llevar por mis pensamientos, por mis ilusiones, por mis deseos de verte aquí. No puedo evitar sonreír cuando revivo la ocasión en que me compraste una hermosa caja de galletas, de esas latas antiguas que nunca más volví a ver, y la escondiste en el closet, alto, muy alto, para que nadie la encontrara. Era un secreto entre los dos, era la complicidad que nos unía. Te veo a mi lado manejando y luego bajando en un lugar, imagino que el colegio. No quería que te fueras, como si presintiera que algún día ya no tendríamos esos momentos.
Te veo subiendo las escaleras y buscándome para jugar o para que te preparara una limonada con mis manos, no tan limpias, ah pero que a ti te parecía deliciosa y me lo hacías saber. También viene a mi memoria el día en que vi, en el centro de nuestra sala, una gran caja de madera negra, ¿o era marrón?, no lo recuerdo bien, y no entendía porque estaba allí…y nunca entendí…¡Papito, cuanto te extraño! Jamás comprendí por qué razón me tuve que quedar sin ti, sin tu presencia, sin tu amor, sin tu vida, por qué ya no puedo abrazarte ni besarte.
¿También tienes ganas de abrazarme aunque sea un instante? Aún después de tanto tiempo no lo entiendo, me rebelo, me niego, lo desecho de mi mente tantas veces como puedo. Pero aunque proteste y me resista, es una realidad tan contundente y aplastante como la existencia misma. Y al irte me sentí diferente a los demás, desamparada, abandonada, extraviada y con un gran vacío en mi corazón…. y comprendí que ya no quería estar en esta tierra con los mortales, quería estar allá, en el cielo, contigo.
Porque sé que estás en el cielo, esa eternidad que se la ganan solo los que vienen a esta tierra con la misión de dar amor incondicional, como tú. No viviste lo suficiente para enseñarme todas las cosas que hubieras querido y las que yo necesité tanto, para compartir esos momentos de felicidad en los que me hiciste mucha falta… ni siquiera para enseñarme a estar sin ti. Sé que desde ese cielo me custodias, alumbras cada paso que doy, por muy pequeño que sea, intercedes por mí, me proteges de la adversidad, alejas a los que no me quieren bien y, ¿por qué no?, te entristeces con mi sufrimiento, mis caídas, mis errores. No has estado presente físicamente pero si espiritualmente en los momentos más importantes de mi vida.
Tu recuerdo me da ánimo para vivir cuando siento que quiero irme contigo, cuando los afanes de esta tierra me sobrepasan. Haces que vuelva a sonreír después de la decepción y que valga la pena abrir los ojos para resistir este viaje. Te añoro cada día, cada hora, cada minuto, cada segundo. Mi camino sería otro sin tu luz, siempre, siempre, siempre, he sentido tu presencia y protección en cada etapa de mi vida.
Cada vez que cierro los ojos para dormir, tú eres lo último que veo. Me siento bendecida al saber que alguien me cuida desde el cielo y que tal vez algún día podamos volver a encontrarnos, esa es mi silenciosa petición. Sé que he perdido un padre amoroso en la tierra pero he ganado un ángel protector en el cielo. Sé que allá estás mejor que aquí pero yo estaría mejor, más feliz, teniéndote aquí y no allá padre amado. Eres mi ángel, eres el amor de mi vida y eres mi orgullo.
Te amo infinito Papito